Para Morrisey, un objetivo bien redactado debe cumplir con los siguientes requisitos:
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Comienza con un verbo que denota acción o logro. |
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Especifica un único resultado clave a lograr. |
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Señala una fecha límite para su consecución. |
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Determina los factores de costes máximos. |
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Es lo más específico y cuantitativo que es posible (y, por lo tanto, susceptible de ser medido y verificado). |
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Establece únicamente el “qué” y el “cuándo”, evitando enredarse en el “cómo” y el “por qué”. |
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Está directamente relacionado con los objetivos globales de la empresa (por ejemplo, con la estrategia básica). |
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Ofrece la máxima rentabilidad en relación a la inversión requerida en tiempo y recursos en comparación con otros objetivos considerados. |
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Es consecuente con los recursos disponibles o anticipados. |
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Evita la doble responsabilidad por su logro. |
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El superior y los subordinados implicados en su implantación han llegado a un acuerdo de forma voluntaria y sin coacción. |
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Se registra por escrito. |
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No sólo se comunica por escrito, si no que también se discute verbalmente con las personas implicadas en su consecución. |
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Está basado en un conocimiento en profundidad de los consumidores y el mercado del producto. |
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Es coherente con las verdaderas capacidades y recursos de la empresa (por ejemplo, capacidad de producción, niveles de calidad, cobertura del mercado, y similares). |
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Ha previsto las posibles reacciones de la competencia. |
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Ha evitado la canibalización de otros productos de la empresa (a menos que se trate de una sustitución programada). |
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Es compatible con los otros objetivos establecidos para los demás productos de la empresa. |
Nótese que la lista anterior puede ser utilizada como Guía-control para evaluar la corrección de los objetivos una vez decididos y redactados.
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